En España, desde la llegada del Sofosbuvir, unos 50.000 pacientes han recibido tratamiento. Teniendo en cuenta que su producción no cuesta más de 75 euros, podemos imaginar que los beneficios del laboratorio Gilead han alcanzado cifras millonarias. De hecho, se estima que la empresa ha recuperado ya la inversión realizada en la compra de Pharmasset, la compañía que desarrolló el Sofosbuvir, por la que pagó 11.000 millones de dólares.

El Sofosbuvir es un medicamento simbólico de la ruptura de relaciones entre la industria del medicamento y los sistemas sanitarios. Aparte del hecho de que es la primera vez que existen tales discrepancias entre el precio del medicamento y su coste real, también es la primera vez que disponemos de elementos objetivos sobre la lógica que prevalece en la fijación del precio del medicamento: la búsqueda del máximo beneficio. Los directivos de Gilead han intentado efectivamente, de forma muy clara, maximizar sus beneficios con la premisa de que los pagadores (Estados o compañías de seguros) estarían dispuestos a aceptarlo. El Senado estadounidense ha aportado la prueba tras 18 meses de investigación en un informe publicado en diciembre de 2015.

Desde su comercialización en el mercado estadounidense a finales de 2013 y luego en Europa a partir de 2014, Sovaldi había conseguido para Gilead una cifra de volumen de negocio acumulado de 15.700 millones de dólares a 31 de diciembre de 2015. Esto es lo que reporta un tratamiento de 1.000 dólares por comprimido: un precio unitario que nunca antes había sido alcanzado por ningún medicamento.
Finalmente, impulsado por Sovaldi y Harvoni, el laboratorio Gilead ha obtenido solo en el año 2014 un beneficio neto después de impuestos de 12.100 millones de dólares; esta cantidad es casi equivalente a los gastos totales de Gilead en I+D durante 11 años en el periodo 2003-2013.